Querido +Hermano Diego:
Te has ido, en silencio. Ya no hay opción a llamarte o escribirte. Y ahora tu vacío me pesa… ¡tanto!
No te conocía mucho, apenas nos habíamos visto un par de veces, pero te sentía una persona tranquila, sincera, generosa, de buen corazón. Me has demostrado aparte ser el más leal de los +Hermanos. ¿Por qué no te escribí para ver qué tal estabas?
Sé que ahora estás con nuestros +Hermanos mayores. Ya no sientes dolor. El dolor lo tenemos nosotros, egoístas, porque no te tenemos, porque con tu partida nos has enseñado que no hay que dejarse guiar por los demás o por nuestra mente racional y cuadriculada, sólo por nuestro corazón. Que lo prioritario deben ser los sentimientos, no la lógica.
Y ahora, mira tú, sí te siento cerca y sé que me escuchas, que estás ahí y que siempre nos protegerás.
Descansa en paz, mi querido +Hermano. Algún día nos reuniremos allí arriba y hablaremos todo lo que nos faltó por hablar aquí.
M. +++Elvira de Dôn